El sabor de la libertad

Abro los ojos.  Desconozco el lugar en el que me encuentro. Me duele la cabeza. También los brazos. Y las piernas. Intento abandonar lentamente el colchón en el que estoy desplomada haciendo el que me parece el mayor esfuerzo de mi vida.
Vagos recuerdos comienzan a aflorar en mi mente pero son difusos, irregulares, necesito conectarlo todo aunque quizás antes debería intentar escapar de este inhóspito lugar.
Observo la habitación. Comienzo a reconocer este lugar. Todo está destrozado pero aún así puedo distinguir a que pertenece cada escombro. El armario, la estantería, los libros,… mis cosas. Estoy en mi habitación.
La puerta está cerrada y algo dentro de mí me susurra que será mejor mantenerla así pero necesito escapar así que decido atreverme a abrir la ventana y pedir ayuda. Veo a mi padre e inmediatamente doy un grito de auxilio. No entiendo su reacción. No me ha escuchado. Grito con aún más fuerza que antes, llegándome a doler la garganta por tal esfuerzo.
Empiezo a perder la calma, un nudo de nerviosismo en el estómago me impide pensar.
Miro por la ventana de nuevo, desesperada por encontrar alguien que me ayude, un aliento de esperanza. Veo a mi madre, viene acompañada, es mi hermano. Les grito con todo mi cuerpo, hago señas. No puede ser. Me han ignorado, no me van a ayudar… Caigo derrumbada al suelo e inevitablemente las lágrimas amargas comienzan a brotar de mis ojos.
Escucho un ruido. Levanto la cabeza, la puerta se está abriendo. Distingo una silueta humana perfectamente definida pero no consigo ver el rostro con claridad. Toda la tristeza de antes se ha transformado velozmente en miedo.
-No te han escuchado, ¿cierto? –dice la figura humana.
Es la voz de una chica.
-No, no me han escuchado. ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? ¿Qué está pasando? –digo con firmeza.
-Tranquila, no tengas miedo - dice la chica. He venido a salvarte.
-¿Salvarme? ¿De qué? Estoy perfectamente , no necesito tu ayuda.-  digo con rabia.
-Estás muy equivocada, sí que la necesitas, llevo bastante tiempo intentado ayudarte y no me lo has permitido nunca.- afirma la chica.
-No te conozco de nada, haz el favor de irte de aquí.- digo cabreada.
-Sí que me conoces. No me iré hasta que consientas que te ayude a salir de aquí. No digas nada. Déjame que te explique- me suplica la chica.
-Está bien- consiento tras haber vacilado unos segundos.
-De acuerdo-prosigue la chica. Llevas un tiempo hundida en tus pensamientos. Piensas que estás haciéndolo todo mal, que te has equivocado en tus decisiones, que no serás capaz de salir de este pozo depresivo al que has caído. Solo tienes ganas de llorar, la tristeza se ha apoderado de tu rostro, tienes miedo a fracasar, no vives tranquila, no duermes, no comes, no eres tú.
Tenía razón, ahora comienzo a recordarlo todo, estaba hundida en lo más profundo de mis pensamientos. Pensamientos que me ahogaban. Pensamientos falsos, frutos de mis inseguridades.  Pensamientos que no me dejaban respirar, pensamientos que no me dejaban vivir. Me había convertido en esclava de lo negativo.
-Lo sé, pero no puedo escapar- susurro entre sollozos.
-Pero, ¿estás dispuesta a escapar?- pregunta la chica.
-Pues claro que lo estoy, lo intento, pero vuelvo a caer- digo sin fuerzas.
-Para salir de aquí debes ser más fuerte que nunca, ¿estás preparada?- dice la chica.
-Sí, lo estoy, quiero huir-  afirmo sin ninguna duda.
La chica comienza a acercarse a mí. Me tiende la mano y la aprieto con fuerza. Un rayo de luz fugaz entra por la ventana e ilumina su rostro, mi rostro.
Fue entonces cuando comprendí que yo era mi única salvación, la única capaz de sacarme de aquel infierno en el que me encontraba. Y me hice fuerte, más fuerte que nunca, y jamás volví a caer presa de los pensamientos que como una soga se aferraban a mi cuello y me impedían respirar, me impedían vivir. Y hoy por fin sé cuál es, el verdadero sabor de la libertad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuidado

No me pidas que me calme

Mirada oscura