El sabor de la libertad
Abro los ojos. Desconozco el lugar en el que me encuentro. Me duele la cabeza. También los brazos. Y las piernas. Intento abandonar lentamente el colchón en el que estoy desplomada haciendo el que me parece el mayor esfuerzo de mi vida. Vagos recuerdos comienzan a aflorar en mi mente pero son difusos, irregulares, necesito conectarlo todo aunque quizás antes debería intentar escapar de este inhóspito lugar. Observo la habitación. Comienzo a reconocer este lugar. Todo está destrozado pero aún así puedo distinguir a que pertenece cada escombro. El armario, la estantería, los libros,… mis cosas. Estoy en mi habitación. La puerta está cerrada y algo dentro de mí me susurra que será mejor mantenerla así pero necesito escapar así que decido atreverme a abrir la ventana y pedir ayuda. Veo a mi padre e inmediatamente doy un grito de auxilio. No entiendo su reacción. No me ha escuchado. Grito con aún más fuerza que antes, llegándome a doler la garganta por tal esfuerzo. Empiezo a perder la